Cada año conmemoramos el día de la República con una película que nos recuerde que sin honrar la memoria no podemos pasar página, todas esas personas que tienen familiares en las cunetas necesitan darle sepultura para que descansen en paz, tanto los muertos, víctimas de desapariciones forzadas, como sus descendientes vivos. Este año queremos recordarlos con esta película española premiada con un Gaudí y un Goya.
Patricia Font dirige con gran acierto la adaptación de la novela de Francesc Escribano que nos cuenta la historia real de Antoni Benaiges (Enric Auquer), un joven profesor que llega a un pueblo burgalés desde Tarragona para hacerse cargo de la escuela después de que el sacerdote que la dirigía fuese apartado por el gobierno de la II República.
La película toma de base los hechos relatados en el libro, fruto de una labor de investigación del periodista Francesc Escribano para explorar la vida de este maestro que cualquiera de nosotros hubiéramos querido tener en nuestro periodo escolar.
Para saber mas:
El maestro que prometió el mar es una película tan bella como necesaria, y esos son sus mayores méritos.
Con un guion que adapta la novela homónima, se relata cómo Ariadna (Laia Costa) descubre que su abuelo ha buscado desde hace tiempo los restos de su padre, desaparecido en la Guerra Civil. Ariadna viaja a Burgos, donde están exhumando una fosa común en la que podría estar enterrado el padre de su abuelo. Allí la joven conoce la historia del maestro de su abuelo. El joven profesor Antoni Benaiges (Enric Auquer), llegó en 1935 a la aldea burgalesa desde Tarragona con un innovador método pedagógico, basado en la libertad y el progreso.
El filme tiende a ser meloso, sobre todo por el acompañamiento musical desde el inicio. Sin embargo, sus convencionalismos, incluso características de drama de cine comercial, forman parte de algunas de sus principales fortalezas. Además de que la música es de gran calidad, claramente la directora trató de hacer un filme asequible a todos los públicos, sin alarde autoral. En tal sentido, el relato fílmico es impoluto, nada predomina sobre su conmovedora capacidad de homenaje y memoria y, a la vez, de provocar reflexión sobre el presente y el futuro.
Es una película para ver en hogares e institutos, no solo por el rescate de la memoria histórica, aquello de conocer el pasado, de dónde venimos, el camino recorrido hasta aquí…, sino también porque trata sobre el presente. En tiempos de móviles e internet, en tiempos de odio fácil, en tiempos de muchos odios, donde se radicalizan las posturas hasta manifestar conductas o tendencias odiadoras casi por cualquier cosa, son necesarios educadores como Antoni, métodos y principios como los que él defendió intensamente y con respeto, hace ya casi un siglo.
La directora, Patricia Font (Barcelona, 1978), estudió en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña y la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba, ganó el Goya al Mejor Cortometraje de ficción con Café para llevar (2014) y cuenta con rica experiencia en series de televisión. En El maestro que prometió el mar, su segundo largometraje, hay muy buenas elecciones técnicas, en la fotografía, el vestuario y el elenco principal.
Aunque la historia que ocurre en el presente del relato (2010) está llena de huecos y baches en la caracterización de personajes y en sus tramas, esto responde lógicamente a la preponderancia dramática de la historia del pasado (que transcurre en el curso escolar 1935-1936).
La parte hecha para que guste, entretenga y conmueva más es la del pasado. Y aquí brilla el personaje del maestro. Desde Robin Williams en El club de los poetas muertos no había visto una semejante, ni de lejos. Auquer, tan desgarbado como inspirado, interpreta a cabalidad los ideales y la entereza del maestro, aunque quizá lo romantice un tanto, pero quién puede medir cuánto, quién puede desaprobarlo.
De hecho, Antoni Benaiges debió tener cierta actitud de poeta ante la vida, una templanza, un valor y una energía intelectual imprescindibles para luchar por iluminar con sus ideales progresistas las mentes y almas de los vástagos de un modo de vida anquilosado, arcaico, fomentado por el poder oligárquico y eclesiástico para perpetuar su hegemonía, a costa de unas masas que, por la propia educación que habían recibido, o mejor dicho, por la carencia de la educación supeditada al poder explotador, veían con malos ojos al joven maestro, casi como un brujo, un forastero que vino a arrojar luz sobre sus vidas, a través del futuro, educando a los niños con “magia”, como la de una imprenta.
Con la latencia del maestro y el bisabuelo de Ariadna todavía desaparecidos, la secuencia final, donde Ariadna en una terraza con vista al mar lee a su abuelo senil los escritos de los niños sobre el mar en uno de los cuadernos impresos en la clase del maestro, y finalmente Ariadna, joven y madre, camina con su pequeña a orillas del mar, es un cierre preciso, en tanto deja abierto en buena medida el presente e invita a reflexionar sobre las libertades y lo que han costado, invita a proteger la promesa, el futuro que prometió el maestro.
El maestro que prometió el mar (2023, 105 minutos) fue proyectado por Cine Cercano el 14 de abril (en conmemoración del Día de la República), con un público masivo, en sala llena completamente desde antes de la hora de la presentación previa, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba.